Jean-Paul
Pougala, director del Instituto de Estudios Geoestratégicos de
Génova, Suiza
En China hay un Estado
fuerte que está presente en casi todos los procesos económicos con
un objetivo bien preciso y bien visible: hacer salir a millones de
chinos de la miseria. En China la redistribución de la riqueza
creada se debe reflejar en términos de millones de personas que
escaparon de la pobreza, no en la celebración de la fama de los
nombres de pocos multimillonarios que aparecen en la lista anual de
Forbes.
Esto es lo que los occidentales no han comprendido de economía moderna
El
dumping social, la infravaloración de la moneda china (el yuan), la
competencia desleal, etc. Aquí tenemos algunas de las acusaciones
antológicas que hacen llover sobre China la mayoría de los
economistas y políticos occidentales. ¿Y si este bello pequeño
mundo estuviera fuera de lugar?
El
crecimiento de China y su posicionamiento estratégico en el rango de
la primera potencia mundial ascendente ha creado un caos sin
precedentes entre las viejas potencias de ayer y ha hecho naufragar
entre los políticos y economistas occidentales los referentes que
parecían incontestables para un modelo económico de éxito. China,
que ha impuesto un nuevo modelo económico, disfruta de un desarrollo
total, y diez años después, los políticos y economistas
occidentales han perdido la brújula para orientar mejor sus ideas y
comprender que en el siglo XXI el Norte se encuentra ya en el Este.
A)
¿Y si la competitividad tuviera un nuevo rostro?
Es
desconcertante contemplar a los economistas occidentales aferrarse a
consideraciones infantiles para explicar su falta de competitividad
respecto a China y la consiguiente desertificación industrial que
parece haberse domiciliado establemente en occidente, invocando los
bajos salarios en China, lo cual es falso: es falso porque en materia
de salarios, éstos son dos veces más bajos en África y en América
del Sur que en China, lo cual no hace que estas dos regiones obtengan
más inversiones. Las verdaderas razones son otras:
- En China hay un Estado fuerte que está presente en casi todos los procesos económicos con un objetivo bien preciso y bien visible, el de hacer salir a millones de chinos de la miseria.
- En la formación de los costes de un producto, la mano de obra sólo cuenta entre un 2% y un 4% del coste, como máximo hasta un 10%. Por lo tanto, es absurdo que occidente utilice la cuestión de sus salarios pretendidamente elevados para justificar la no competitividad de las empresas. Si un fabricante italiano pone un artículo en el mercado a un precio de 100 euros, mientras que su competidor chino es capaz de ofrecerlo a 25 euros, la diferencia del 200% no puede ser justificada por el 10% del coste de la mano de obra. Incluso si se hubiera ofrecido el coste de los salarios gratuitamente al fabricante europeo, todavía quedaría una diferencia del 190% a cubrir y quizás si occidente se concentrara sobre este valor, podría comenzar a solucionar una crisis que desgraciadamente sólo está en sus inicios. Se trata sobre todo de elementos que veremos más abajo: los costes ligados a la arquitectura industrial del país que adquiere materias primas, la calidad de la formación profesional y el tipo de logística para llegar a clientes en todo el mundo.
- El Estado es el que compra las materias primas en el extranjero. Contrariamente a occidente, donde cada industrial debe luchar en solitario para encontrar las materias primas en todo el mundo, China utiliza otros métodos: posee empresas mastodónticas del Estado que se encargan de agrupar sus compras y por tanto tienen éxito en conseguir las mejores condiciones que un comprador privado de occidente sólo puede conseguir raramente o gracias a una guerra humanitaria.
- Productos semi-elaborados por el Estado. De forma contraria a occidente, donde, por ejemplo, una industria de automóviles se instala y se provee a partir de subcontrataciones, en China el Estado produce lo esencial: un fabricante de bicicletas compra las piezas fabricadas por el Estado, al igual que los fabricantes de climatizadores, y de muchos otros sectores claves. Allí donde el competidor italiano debe arreglárselas frecuentemente él solo para asegurar su producción desde la A hasta la Z, su competidor chino con el que debe luchar en el mercado, no tiene más que ocuparse de fabricar la parte de la S a la Z, y a veces sólo se ocupa del embalaje y la venta. Además, los precios de las piezas que ensambla no proceden de un Estado que desea divisas para acumular, sino de divisas que las cede para crear empleos y estimular su economía.
- Para los chinos, una empresa no se vende. En términos de capitalización bursátil, según las informaciones proporcionadas por la revista Fortune Global 500 en el año 2010, de las 7 mayores sociedades en el mundo, 6 son sociedades que se ocupan de la energía, de las cuales una es americana, una británica, una holandesa y tres son chinas. Pero lo más interesante es constatar una fractura entre las empresas occidentales y las chinas respecto los beneficios obtenidos, que son mucho mayores en las primeras. Por ejemplo, la Shell con 97.000 empleados, obtiene 20,116 mil millones de dólares de beneficios, la Exxon Mobile con 103.000 empleados ha obtenido un beneficio de 30,40 mil millones de dólares, mientras que las chinas parecen atrasadas: la Sinopec, con 640.000 empleados obtiene sólo 7,63 mil millones de dólares de beneficios, mientras que su hermana la China National Petroleum, con 1,5 millones de empleados obtuvo sólo 14,37 mil millones de dólares en ganancias.
De
acuerdo con las
evaluaciones tradicionales de
Occidente, Shell
y Exxon deberían ser felicitadas
porque han
hecho un buen trabajo.
Sin embargo,
de acuerdo con la
visión pragmática
de China,
la gran cantidad de
beneficios
es un indicador
del freno
en la competitividad de
una nación.
Para China,
la competitividad de sus
empresas
comienza con el
costo de la energía.
Las empresas del sector sólo
deben obtener
beneficios para
su propia
investigación y desarrollo con el objetivo de cubrir las necesidades
de la
exploración de
nuevos yacimientos, mientras
que en Occidente, los
beneficios colosales provocan la
felicidad para los accionistas,
que figurarán de esta manera en
la lista de personas
más ricas del
mundo.
Esta
concepción diferente
del mundo
de la economía fue
aún más llamativa
en 2008,
cuando durante la crisis
económica, con
el despegue en
el precio de
los mercados de
crudo, todas
las compañías
petroleras occidentales anunciaron
ganancias históricamente
elevadas. Exxon
Mobil, por ejemplo, anunció
45 mil millones de euros (un 11%
más que en 2007);
en Francia, Total anunció que
tendría 22 mil millones dólares de beneficios
(17
mil millones de euros).
Mientras, el mismo año,
Petrochina, su competidor chino,
que es la primera en términos
de cantidad
de petróleo
extraído, está
perdiendo dinero debido
a una
decisión política muy
inteligente (en
mi opinión) tomada por
el gobierno de Pekín
para congelar
los precios del combustible. Esto
se relaciona con una
drástica caída del
22% de
los ingresos netos, para
permitir que las
compañías chinas sigan
siendo las
más competitivas en
el mundo. Es
obvio que
si el 90% de todos los productos
derivados del petróleo
tales como
juguetes de plástico,
accesorios de automóviles, embalajes,
etc., proceden de China, no se
debe a que allí la mano de obra
sea más barata.
Esto es simplemente porque el Estado ha puesto el beneficio real al final de la cadena, en términos de puestos de trabajo creados, de divisas extranjeras acumuladas, de superávit en la balanza comercial y de no especular de manera tan idiota sobre todo lo que se mueve, llegando incluso a la auto-flagelación (dándose golpes a uno mismo) como es el caso de occidente. En China, hay un objetivo claro: la redistribución de la riqueza creada se debe reflejar en términos de millones de personas que lograron escapar de la pobreza, no en la celebración de la fama de los nombres de pocos multimillonarios que aparecen en la lista anual de Forbes.
Esto es simplemente porque el Estado ha puesto el beneficio real al final de la cadena, en términos de puestos de trabajo creados, de divisas extranjeras acumuladas, de superávit en la balanza comercial y de no especular de manera tan idiota sobre todo lo que se mueve, llegando incluso a la auto-flagelación (dándose golpes a uno mismo) como es el caso de occidente. En China, hay un objetivo claro: la redistribución de la riqueza creada se debe reflejar en términos de millones de personas que lograron escapar de la pobreza, no en la celebración de la fama de los nombres de pocos multimillonarios que aparecen en la lista anual de Forbes.
En
cuanto a los productos
derivados del petróleo en
Europa, los gobiernos parecen
querer el
pastel y
la mantequilla a
la vez. Quieren
la competitividad empresarial,
pero, al mismo tiempo, elevan hasta
el 77% los impuestos sobre los
productos energéticos, que
representan casi el 40%
en el costo de la formación
de un producto acabado,
transportado y entregado a la
tienda e
incluso el coste del
desplazamiento del comprador
para adquirirlo puede
ser tomado en
cuenta.
Lo
que acabamos de ver
para el petróleo
es igual o incluso peor
en el sector de la electricidad,
que en China
es
casi gratis.
El mismo año
2010,
la principal compañía eléctrica
del mundo,
State Grid
Corporation de
Pekín, con
1.564.000
empleados y cientos
de millones de abonados,
alcanza
sólo
4.560 millones de dólares de
beneficios, es decir, menos de 5 mil millones
de dólares que EDF (Electricidad
de Francia) un año antes, en 2009 (antes de su caída del 74% en
2010 a causa de los retrocesos en los mercados extranjeros) y con sus
158.000 empleados, es decir, diez veces menos que su competidor chino
y 20 veces menos de abonados. La verdad es que para EDF, empresa
pública, los abonados son palomas que hay que abatir con aumentos
cada comienzo de año con los pretextos más variados, como la
homologación al precio del petróleo cuando éste aumenta.
B)
La logística como instrumento de potencia estratégica
China
posee mastodontes marinos que muy frecuentemente practican precios
políticos. No se trata de dumping, sino de que los operadores
facturan al precio de coste. Un ejemplo es la COSCO (China Ocean
Shipping Company), propietaria de 201 barcos portacontenedores de
900.000 EVP (Equivalente Veinte Pies, el tamaño medio de un
contenedor) permite a los transitarios facturar un contenedor de
20-40 pies de China para entregarlo en cualquier parte del mundo a
precios increíblemente bajos, en función de los objetivos que el
Estado chino quiere conseguir en términos de exportación. Es decir,
debido a que COSCO es una empresa pública que no busca un beneficio
para sí misma, sino para la nación china, se convierte en un
instrumento muy poderoso de geoestrategia que participa en el
objetivo de conquistar todos los mercados potenciales, acercando a
las costas chinas todas las costas del resto del mundo. Se llega así
a la paradoja de que el coste de transporte terrestre en el interior
de la propia Europa es frecuentemente 4 veces más caro que el coste
del transporte marítimo de 30 días del mar de China hasta Europa. Y
considerando que el 75% del comercio europeo se realiza entre los
propios países europeos, se puede imaginar qué bendiciones
representa para China el futuro si los economistas europeos no
encuentran una solución a largo plazo.
El
7 de junio de 2010, esta misma COSCO compró por 1,90 mil millones de
yuanes los lotes inmobiliarios vendidos por el municipio de Shangai,
es decir, lo que se convertirá dentro de diez años en el primer
centro financiero del mundo, donde el sector inmobiliario todavía se
encuentra bajo el control del Estado chino. En efecto, de los 11
lotes puestos a la venta, 9 han sido comprados en subasta por las
empresas públicas y solamente 2 por los privados chinos.
COSCO
es la imagen de la polivalencia de los gigantes públicos chinos,
controlando todo o casi todo en su sector, desde la gestión de los
puertos (3,4 mil millones de dólares por la concesión de la gestión
de contenedores en el puerto del Pireo en Grecia en 2008) hasta el
inmobiliario, pasando por la construcción de los barcos y la
fabricación de los contenedores. Esto le da una ventaja increíble
al servicio de la competitividad de las empresas chinas sobre todas
sus competidoras que según el modelo de desarrollo del capitalismo
occidental, se dice que pecan de una excesiva especialización para
obtener el máximo de beneficios.
Por
ejemplo, su sucursal francesa COSCO FRANCE que tiene su sede en
París, está presente en todas las ciudades portuarias francesas y
trabaja sobre todo como una sociedad de transporte de mercancías,
operando en los dominios del envío, de la reparación de barcos y
también el envío de carga por avión, con el mismo objetivo de que
el producto surgido de la empresa china debe arribar a no importa
dónde y sin sufrir ninguna penalización ligada al transporte y a la
logística.
En
junio de 2011, se fabricaron 52 aviones Airbus A320 de la nueva
fábrica de Tianjin en China. También allí COSCO
se ha convertido en indispensable como contratista general en los
programas de la sociedad Airbus de Tianjin y responsable del
transporte de las piezas grandes desde Europa a Tianjin, incluyendo
el transporte por barcaza, el transporte terrestre y el transporte
oceánico de contenedores en la sección europea, así como
transporte interior y aéreo en la sección de Tianjin.
Nuevamente,
la elección de una sociedad pública china no es por azar, sino el
resultado de una decisión geoestratégica bien pensada. En efecto,
ha sido COSCO la elegida para desarrollar próximamente la misma
operación pero en sentido contrario, desde China a África, para el
ensamblaje del avión chino denominado XIAN MA-60 sobre el que China
ha hecho una apuesta para reemplazar la mala costumbre africana de no
comprar más que los viejos aviones de occidente (que paradójicamente
son más caros que los nuevos aviones chinos) y que no son más que
féretros volando sobre el continente africano. La Xian MA-60 ya está
equipando a las compañías Air Zimbabwe, Air Burkina, Air Burundi,
South African Express, British Caledonian, Laos Airlines, Sri Lanka
Air-Force, pero según el periódico chino People’s Daily del 25 de
mayo de 2011, también a las compañías de muchos otros países en
Asia, África y América del Sur, en total prestan servicio a un
centenar de compañías aéreas. Según algunas indiscreciones en
Pekín, COSCO efectuará pronto el mismo transporte de piezas de
aviones desde las costas chinas hacia las costas africanas, en la
ciudad portuaria de Kribi (Camerún), donde se está construyendo un
puerto de aguas profundas para acoger este tipo de barcos.
Desde
que la sociedad EADS (Airbus) se instaló en ese país, estaba
obligada a utilizar COSCO como condición que puso China para la
compra de un número importante de sus aviones. Pero desde que China
ha previsto construir sus aviones destinados a África directamente
sobre el suelo africano, sus economistas y estrategas demuestran
haber comprendido lo que los economistas occidentales todavía están
luchando por entender: en la economía moderna, uno no puede
obstinarse a ser prospero sólo él, y mientras todo va de maravillas
es el mejor momento para ayudar a surgir nuevas contrapartes que
estarán dispuestas a ayudar cuando los momentos difíciles lleguen,
porque les habrán dado los medios y la posibilidad de convertirse en
una puerta de emergencia, en una salida de socorro.
C)
La debilidad democrática
Si
la democracia del sufragio universal fuera algo maravilloso, nadie
duda de que occidente preferiría conservarla e incluso esconderla
como un secreto militar, con el fin de utilizarla como ventaja sobre
los otros pueblos del planeta. Si la democracia del sufragio
universal pudiera permitir el desarrollo de una nación, es
perfectamente evidente que occidente no se animaría a financiar a
oposiciones creadas expresamente para tal o cual país, que las
convertiría en peligrosas competidoras en el plano de la producción
industrial y en el plano de la producción intelectual. La verdad es
muy diferente y mucho más amarga: occidente ha comprendido que una
de las razones de su declive es la democracia del sufragio universal,
que ha llevado al poder a las personalidades más mediocres, a
condición de que estén apoyadas por las potencias del dinero, que
raramente están por el interés general.
La
mediocridad de los políticos viene acompañada de economistas
atrapados por la pretendida superioridad sin culpa del
ultraliberalismo. Se ha visto de esta manera a economistas de
renombre en España, Grecia, Portugal, Francia e Italia sostener una
de las tesis más grotescas: la de que Alemania tenía el deber de
ayudar financieramente a los países europeos en crisis porque, según
ellos, el dinero alemán procedía de la venta de grandes berlinas en
estos países. Este género de razonamiento traduce el estado de
colapso de estos economistas, que no están ya en condiciones de
comprender que Alemania no tiene ni los medios de salvarse ella misma
y que la crisis alemana es cuestión de tiempo al igual que el resto
de países occidentales que a primera vista parecen a salvo, porque
todos ellos están regidos por los mismos modelos económicos.
Todavía peor, son los mismos que proyectan competir con China. ¿Cómo
es posible que puedan tener éxito si rechazan un ejercicio mucho más
fácil?: no repartir los beneficios alemanes, sino preguntarse cómo
tener éxito ellos también en vender en Alemania, el primer mercado
de la Unión europea.
La
verdad es que estos economistas ya se han rendido y han renunciado a
luchar, faltos de ideas. Y han decidido pasar a un plan B, el de un
occidente que se convertirá en un destino turístico de los nuevos
países emergentes. Fue el presidente Obama el que hizo sonar el
silbato el 18 de enero de 2012, presentando en un parque de
atracciones turísticas en Florida su deseo de hacer de los Estados
Unidos el primer destino turístico del mundo, en nombre del
relanzamiento del empleo. Lo que el señor Obama no sabe es que el
turismo jamás ha ayudado a un país a desarrollarse. Francia, a la
que él quiere disputar el primer lugar con sus 77 millones de
turistas en 2010 (contra 59 para los Estados Unidos, el segundo), no
tendría los problemas financieros que tiene si el turismo fuera una
varita mágica. Los economistas occidentales que creen haber
encontrado el plan milagroso para salir de la crisis, preparando las
infraestructuras para acoger a los nuevos ricos de China, India y
Brasil, deberían preguntarse por qué el destino francés que atrae
a los turistas más ricos, la prestigiosa Côte d’Azur, es
paradójicamente la región con la mayor tasa de pobreza de toda
Francia (fuente: Insée).
Ningún
país puede tener éxito alejándose de la esfera de la producción.
Un turista, aunque sea el más rico del mundo, no consumirá jamás
la comida de cinco personas y si es necesario importar para
satisfacer sus necesidades, se vuelve al punto de partida, sin contar
los problemas que comporta el hecho de especializarse sobre los
turistas ricos. La isla Mauricio creía evitar los problemas del
turismo sexual de los pederastas occidentales en Tailandia
especializándose sobre el turismo de lujo. 30 años después, el
país se ha convertido en la capital africana de la droga,
introducida por los yates de lujo y los aviones privados, que no
están sometidos a ningún control para no molestar a estos ricos.
No
importa que la crisis pueda transformar el racismo institucional de
los Estados Unidos, que permitía que sólo las poblaciones de raza
blanca pudieran entrar en este país sin necesidad de visas, la
locura turística del presidente americano sería así un progreso
para la humanidad. Y su aliado de siempre, Taiwan, sería el primero
en beneficiarse. La verdad es que el Norte del mundo en crisis ya no
atrae a mucha gente, ni siquiera incluso a los pobres del Sur.